En nuestro Seminario Diocesano de Orihuela-Alicante, hay setenta y cuatro “milagros” que se están formando para ser Sacerdotes. Y lo que es más notable, el número de “milagros”, gracias a Dios, tiende a consolidarse. Ellos están en el Seminario para aprender a decir Sí a Jesús, a Dios. Y para aprender a vivir en consonancia, en coherencia, con ese Sí. Para poder ser, un día, por la gracia del Sacramento del Orden, servidores del Pueblo de Dios, de la Iglesia, como Sacerdotes de Cristo, como Apóstoles de la Misericordia divina, “enviados a reconciliar”.

Y, precisamente, porque todo lo que es nuestro Seminario, y lo que es cada seminarista, es un claro regalo de Dios, un milagro, permitidme que os pida con fuerza en un día como éste -Día del Seminario- que, además de hacer lo evidente, que es dar gracias a Dios por tanto bien que ya tenemos, con una oración confiada pero insistente le supliquemos a Él, desde la gran necesidad que tenemos, más milagros, más vocaciones, así como que siga cuidando de las vocaciones existentes, y que éstas se dejen cuidar.

Cuánta actualidad siguen teniendo entre nosotros estas palabras de Jesús, que reflejan muy bien sus entrañas de misericordia: “Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38).

Pidámosle sacerdotes, santos sacerdotes, además de los muy buenos y entregados que en la actualidad tenemos, para una Diócesis tan viva y tan superpoblada como es la nuestra, con más de un millón seiscientos mil habitantes que aparecen en las estadísticas, más los cientos de miles que viven entre nosotros en diversos modos de presencia a lo largo de cada año. Para tantos servicios que hay que promover, desde una Iglesia viva y misionera, para tantísima gente que vive en nuestras grandes poblaciones, con uno de los primeros índices de España de inmigrantes, y no digamos de turistas, tiene nuestra Diócesis algo más de trescientos sacerdotes. Eso sí, entregados, trabajadores, magníficos en muchos sentidos, pero en cuanto al número, insuficientes. Como el número de seminaristas.

Importa, pues, muchísimo que todo el cuerpo de la Iglesia Diocesana siga concienciándose de esta primerísima necesidad y comprometiéndose con ella, cada uno desde su responsabilidad y posibilidades. Especialmente en este “Día del Seminario” os pido no sólo un esfuerzo de ayuda económica a nuestro Seminario, que tiene necesidades materiales en sus dos sedes -Orihuela y Alicante-, sino, sobre todo, que en todas las parroquias, comunidades y lugares abiertos al culto este día se predique adecuadamente al respecto y se rece mucho por los seminaristas, por las vocaciones sacerdotales, por la gracia de tener más ministros y apóstoles de la Misericordia divina.

Muchos sabéis de mi preocupación preferente por promover y sostener la acción evangelizadora en las edades de la postcomunión, la adolescencia, la juventud. Edades determinantes para ellos, y, en buena medida, para el futuro de nuestra Iglesia, también de nuestra sociedad. La calidad educativa, desde la fe, de nuestras familias y de nuestros colegios es fundamental. Lo mismo cabe decir de la labor con los niños, adolescentes y jóvenes en nuestras Parroquias. Además, y es un aspecto en el que insisto siempre que puedo, la educación cristiana en estas edades (en la familia, la escuela, la parroquia), debe contemplar la dimensión vocacional, en un sentido amplio, tan propia de una correcta educación cristiana. Proseguid en este compromiso: padres, sacerdotes, personas consagradas, maestros, catequistas, abuelos. Es la gran emergencia, es la gran tarea: la educación, la catequesis, la iniciación cristiana, la transmisión de la fe a las nuevas generaciones.

En el Día del Seminario, reitero mi llamamiento a que esta labor sea central en la Diócesis; rezar y trabajar en este campo es básico para las vocaciones, para el Seminario, para el futuro.

Vaya, pues, mi gratitud, a cuantos ahí, en ese campo, en el nombre del Señor, estáis comprometidos. Vaya mi gratitud, especialmente en esta ocasión, a las familias de los seminaristas por vuestra generosidad, a los formadores de nuestro Seminario por vuestra dedicación ilusionada, a los párrocos de los seminaristas por vuestra ejemplaridad, a toda nuestra querida Diócesis de Orihuela-Alicante por el amor comprometido que históricamente habéis demostrado tener hacia nuestro Seminario, y por lo mucho que todos juntos, unidos al Señor, seguiremos haciendo en cuanto a calidad y número de nuestro Seminario. El empeño vale la pena. La intercesión de María, Madre de Dios y nuestra, no nos va a faltar.

Gracias. Un abrazo a todos, junto con mi bendición.

Jesús Murgui Soriano

Obispo de Orihuela-Alicante