La Diócesis de Orihuela desde el primer Sínodo a nuestros días (1569-2002)

A continuación vamos a describir brevemente la historia de la diócesis de Orihuela-Alicante, desde el primer sínodo celebrado por D. Gregorio Gallo hasta nuestros días. Recogemos aquellos que han influido de forma importante en el obispado de Orihuela-Alicante, y que son imprescindibles para tener un conocimiento básico del mismo. Hemos querido fijarnos, sin embargo, primero en los acontecimientos y no en los prelados, porque ellos no agotan por sí mismos únicamente la rica herencia que hemos recibido de nuestra Iglesia, aunque sí son protagonistas de excepción en la época que narramos. Además, nos hemos propuesto escoger aquellos hechos que muestran con especial relieve las distintas y variadas dimensiones en las que la Iglesia diocesana ha intervenido.

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Destacamos los siguientes acontecimientos como los más señalados: El primer sínodo diocesano, realizado por el que fue primer obispo de la diócesis en el año 1569, D. Gregorio Antonio Gallo Andrade; la fundación del convento de Santo Domingo de Orihuela, por obra del obispo D. Fernando de Loazes en el año 1547 y su desarrollo posterior en universidad (1569) y colegio (1872); el segundo sínodo diocesano, celebrado en el año 1600 por el obispo D. José Esteve Juan, quien introdujo también la imprenta en Orihuela; el tercer sínodo, celebrado por Fray Acacio March de Velasco en el año 1663; la fundación del seminario diocesano en el año 1742 y las casas de la misericordia de Orihuela, fundada en el año 1741, y la de Alicante, en el año 1742 por D. Juan Elías Gómez de Terán; creación de la biblioteca del seminario por D. José Tormo; los Ejercicios Espirituales publicados por D. Félix Herrero Valverde en el año 1833 y su actuación a favor de los pueblos damnificados por los terremotos de 1829; la creación del Boletín Oficial del Obispado por D. Victoriano Guisasola en el año 1882; la actividad social del obispo D. Juan Maura y Gelabert; la organización de la diócesis, tras la guerra civil española por D. José García Goldáraz y D. Pablo Barrachina, a quien le tocó también poner en práctica la nueva denominación de la diócesis y aplicar en ella el concilio Vaticano II.

El primer sínodo diocesano (1569)

El primer sínodo de la diócesis va unido a la persona del que fue su primer obispo, el burgalés D. Gregorio Antonio Gallo de Andrade, profesor de la universidad de Salamanca, canónigo magistral de su catedral y enviado por el emperador Carlos V para participar en el concilio de Trento, junto al también profesor de Salamanca, Melchor Cano. Toma posesión del obispado en el año 1566 y tres años más tarde, en el año 1569, celebra el primer sínodo diocesano. Sobre este prelado oriolano se conserva bastante información tanto en el archivo de la universidad de Salamanca, como también en el archivo del cabildo catedral de dicha ciudad.

En el obispo Gallo concurren varias notas para encabezar con acierto el nuevo obispado: era un destacado profesor de una prestigiosa universidad, pertenecía a un cabildo importante, en el que tuvo una actuación destacada, había participado en el concilio de Trento y poseía una tradicional amistad con la casa real. En la nueva diócesis había que solucionar varios problemas graves: pacificar, evangelizar y reorganizar eclesialmente una tierra en conflicto continuo con el obispado de Cartagena, crear las estructuras de la diócesis, afrontar con éxito la formación cristiana de los conversos musulmanes, y aplicar con profundidad los acuerdos del concilio de Trento. Todo esto se debía hacer en unidad estrecha con la diócesis de Valencia, de la que Orihuela era sufragánea. Gallo Andrade afrontó estas tareas inmediatamente con decisión y tesón, según los comentarios que nos han llegado de la época, en unidad con la diócesis valentina y su gran obispo San Juan de Ribera, cuyo pontificado se desarrolló durante los años 1569 hasta 1611. El medio principal que utilizó para llevar a cabo su tarea pastoral fue la realización de un sínodo diocesano, el primero del obispado, a los tres años de tomar posesión del mismo . Antes, visitó toda la diócesis “con cuidado y diligencia” y llevó a cabo una serie de reuniones “durante muchos meses” en Valencia con el objetivo de afrontar con éxito la evangelización de los conversos musulmanes. Entre las razones que el rey Felipe II da al papa Pío IV para la creación del nuevo obispado de Orihuela, aparece en primer lugar la evangelización de los moriscos: Formar mejor a los indígenas mahometanos que Jaime, Rey de Aragón, dejó que se quedasen aquí.

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El tema de la evangelización de los moriscos aparece con frecuencia en las preocupaciones del obispo Gallo, del mismo modo que es tema fundamental en la diócesis de Valencia, donde existía uno de los mayores núcleos. Las iniciativas pastorales emprendidas por los prelados valentinos dirigidas a su conversión, fueron muchas y variadas: además de la predicación dirigida expresamente a ellos, se publicaron catecismos y se fundó un colegio para hijos de moriscos conversos. Fue preocupación importante del sínodo valentino de 1566 y del primer sínodo de Orihuela. En el decreto número doce, este sínodo dice lo siguiente:

Mandamos a los párrocos, que se observen diligentemente aquellas cosas que fueron decretadas por los reverendísimos obispos elegidos para Valencia, en cuyo número Nos estuvimos, y a cuyo frente estaba Fernando de Loazes, de feliz memoria, arzobispo de Valencia, para catequizar a los conversos del mahometismo, y que rápidamente salieron a la luz después de mucha consideración; y fueron dadas por Nos.

Estas anotaciones históricas bastan para comprender el extraordinario celo pastoral del primer obispo de Orihuela, poco estudiado hasta ahora, y cuyo trabajo en la diócesis está a la altura del magnífico cuadro que conservamos de él en el museo diocesano. En los objetivos del sínodo, podemos encontrar con toda claridad la gran tarea pastoral que se marcó el obispo Gallo en su gobierno de la diócesis. Destaca en ellos su intención de estar en sintonía con los decretos del concilio de Trento y del sínodo provincial valentino de 1566, realizado siendo arzobispo de Valencia D. Martín Pérez de Ayala.

Los objetivos del sínodo aparecen en la convocatoria que hace el mismo obispo:

Regulado por los santos decretos del concilio de Trento, y los estatutos de los Santos Padres, y por los que fue ordenado por los sagrados Cánones, que cualquier Obispo en su Diócesis regule las causas eclesiásticas, y las organice, y también las prorrogue, y disuelva las controversias que sobrevengan entre las personas eclesiásticas; y también los que considerándose heridos, puedan pedir justicia, y esperar la regulación sinodal; y para que se corrijan los excesos y se reformen las costumbres; y para otras cosas; y los negocios de Cristo, salvador nuestro; y al crecimiento del culto divino, y a lo bueno y útil de su Diócesis y de todo el Clero, y de los eclesiásticos, y a la honestidad del pueblo, y a la reforma y al buen estado de todo aquello concerniente a lo estudiado, instituido, regulado, que ha de congregar el Sínodo, y mantener su celebración año tras año; y hacer, con algunos otros asuntos justos y notorios, lo que, impedidos, no fuimos capaces hasta ahora: cuidar de la salvación de las almas, cumplir con la debida preocupación de guardar el cargo y la cura pastoral, y que los decretos de Trento, y los decretos del Sínodo provincial, celebrado solemnemente con el favor divino.

El primer sínodo es la referencia principal que nos ha quedado de la labor pastoral de D. Gregorio Gallo. A través de esta gran fuente de información descubrimos a un pastor, muy preocupado de ejercer bien su tarea, muy convencido de su función episcopal y consciente de su responsabilidad por la salvación de sus fieles. El sínodo transmite en todo momento una intencionalidad primordial por la buena organización diocesana, hasta en los más mínimos detalles: La tarea de los párrocos, especialmente la catequesis y la evangelización, su forma de vivir y de vestir, el cuidado de las ceremonias litúrgicas, el cumplimiento de las obligaciones cristianas por parte de los fieles, distribución de los días de fiesta, control de la economía y de la usura, etc. El obispo desea que todo quede bien ordenado y además, controlado posteriormente por sus visitadores. Añade, además, que se compromete a que anualmente se celebre sínodo.

Las celebraciones anuales del sínodo diocesano, hubieran sido el medio ideal para mantener la buena organización diocesana, pero el cumplimiento de este mandato del concilio de Trento fue imposible. Tal vez la dificultad de la movilidad para los eclesiásticos, los intereses particulares, el costo económico, las tareas episcopales, etc. impidieron la buena voluntad de los prelados. A pesar de que los obispos eran favorables a ellos, en la diócesis, hasta el siglo XX, sólo se celebraron tres sínodos.

El colegio de Santo Domingo de Orihuela

Aunque el colegio de Santo Domingo de Orihuela nace como institución educativa en el año 1547, su historia es muy larga y variable. Primero fue convento de dominicos, luego, desde 1569, fue universidad pontificia. Se debe hablar de él por varios motivos: la importancia para la diócesis de su fundador, D. Fernando de Loazes; la magnitud y belleza del monumento, de magnífico acabado artístico; el influjo cultural que produjo cuando era sede universitaria, y posteriormente cuando se transformó en colegio de los jesuitas primero, y desde 1956, colegio diocesano. Si hablamos de esta magnífica institución cultural y social diocesana en este momento, se debe a que fue su creación como universidad pontificia, en el año 1569, la que le dio su máxima categoría cultural a nivel internacional.

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El oriolano D. Fernando de Loazes fue una de las figuras más importantes e influyentes del momento: era arzobispo de Tarragona, cuando fue elegido para presidir el brazo eclesiástico en las cortes de Monzón del año 1563. Allí decidió el rey Felipe II la erección del obispado de Orihuela y su desmembración de la diócesis de Cartagena. La intervención del arzobispo en la decisión real es evidente, si seguimos su trayectoria eclesiástica. Fue nombrado patriarca de Antioquia en el año 1566, y al año siguiente, arzobispo de Valencia. Moría el año 1577, después de haber ejercido la dignidad episcopal en varias diócesis: Elna (1542-1543), Lérida (1543-1553), Tortosa (1553-1560), Tarragona (1560-1567). Fue amigo personal de San Francisco de Borja, fue pionero de la reforma de Trento al convocar un sínodo en su diócesis de Tarragona en el año 1564, y hombre de confianza del emperador Carlos V y de Felipe II. Ya hemos indicado la importancia del problema morisco en las diócesis valentinas, y el celo con el que sus obispos lo iban afrontando. El tema de la conversión de los moriscos lo había tratado Loazes en el año 1535, en su primera obra titulada: De conversione et baptismo paganorum, vel de nova paganorum regni Valentiae conversione. Esta obra nos indica la temprana preocupación de este arzobispo por el tema. De esto nos ha quedado constancia además, en su trabajo pastoral al frente de la diócesis de Valencia. Como se ha visto anteriormente, D. Gregorio Gallo hace referencia en el primer sínodo diocesano oriolano a esta preocupación del arzobispo Loazes.

En el año 1547, este oriolano ilustre realizó su obra más conocida, y por lo que ha pasado principalmente a la posteridad: la fundación del colegio Santo Domingo de Orihuela. Con toda seguridad, durante los últimos años de su vida, luchó por conseguir del papa su conversión en universidad pontificia, pues al año siguiente de su muerte, el papa Pío V, dominico, estableció como universidad al “Colegio de Nuestra Señora del Socorro y San José de la ciudad de Orihuela”, que así se llamaba este colegio, por bula del 4 de agosto de 1569. La universidad comenzó a funcionar en el año 1610 y la aprobación real la dio Felipe IV en noviembre de 1646. Allí se enseñó Teología, Cánones, Leyes, Artes y Medicina. Será suprimida definitivamente en el año 1824. Desde 1872, y gracias a las buenas gestiones del obispo de Orihuela en ese momento, D. Pedro Mª Cubero López de Padilla, se convertirá en colegio de los Jesuitas con el nombre de Colegio de Santo Domingo. El colegio y la presencia de los jesuitas tendrá una gran influencia religiosa, cultural y social en la ciudad de Orihuela y en toda la Diócesis. Fue fundación de esta orden religiosa, en concreto del padre Ramón Naves, la obra social diocesana de San José obrero, dirigida a la educación de niños y jóvenes sin recursos económicos.

Debemos destacar también el valor artístico del monumento. Allí podemos contemplar dentro de un conjunto renacentista, ejemplos magníficos del barroco: la decoración del templo, el claustro de las aulas y la portada de la universidad.

El segundo sínodo diocesano (1600)

El segundo sínodo de la nueva diócesis lo celebró el valenciano D. José Esteve Juan, en el año 1600 . El Concilio de Trento pedía la convocatoria de sínodos diocesanos anuales, con el fin de arreglar las costumbres, corregir los excesos, ajustar las controversias . La finalidad que se propone este sínodo es la misma que manifiesta el concilio de Trento, y se considera heredero del concilio provincial valentino de 1566 y del primer sínodo oriolano . El sínodo recoge el tema sobre la evangelización de los moriscos en varios capítulos, especialmente el capítulo cuarto, dedicado enteramente a ello. Por la importancia del texto recogemos un párrafo del mismo:

Así pues, nos, pusimos empeño en extender en esta diócesis el Evangelio de Dios, y con el riego frecuente de la palabra, sembrar la virtud de Dios y la doctrina en los corazones de los moriscos, sin embargo nada conseguimos por nos o en cierta manera por nos: sino que fue él, que llama a las cosas que no son y concedió todas las cosas en su tiempo, quien logró el incremento de la virtud. Todo esto se hizo con amor, para que con gran profusión de lágrimas, con palabras, escritos, todos los moriscos de nuestra diócesis pasen a ser nuevos cristianos, hayan sido arrancados de sus vestiduras bárbaras, y derribados lo que recibieron naturalmente como ornato extraño por los antepasados, y sus muchos pecados, y los impíos errores mahometanos, en una y otra parte de la vida pública.

sinodo_4El obispo Esteve manifiesta una especial preocupación por la evangelización de los musulmanes, que eran abundantes en la diócesis, y él mismo, como narra el texto del sínodo, nos indica su actuación personal en esta tarea, para que sirva de modelo a los párrocos de los moriscos. Por las visitas “ad Limina” de 1595 y, sobre todo, de 1601, sabemos que su interés por la conversión y formación cristiana de los moriscos fue grande. El tema aparece también en su obra escrita titulada: De unica religione.

Un acontecimiento importante también de este obispo, fue la introducción de la imprenta en la Diócesis. La situó en su palacio episcopal y el primer libro editado fue el segundo sínodo diocesano, en el año 1602. El editor que se trajo fue Diego de la Torre. Además del sínodo, el obispo publicó dos obras suyas: De bello Sacro y De unica religione.

El tercer sínodo diocesano (1663)

El tercer sínodo diocesano lo celebró el obispo Fray Acacio March de Velasco, dominico valenciano, el 29 de abril de 1663. Los objetivos del sínodo siguen siendo la reforma de costumbres de los eclesiásticos y de los demás feligreses, pero la importancia de este sínodo radica que se edita en lengua romance. La razones las da el mismo prelado en el prólogo:

Danse a la estampa en romance, porque a mas, que este ya es el estilo de las mas Iglesias de España, no es bien queden defraudados de su inteligencia los seculares, a quienes toca gran parte de su observancia.

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A pesar de las normas del concilio de Trento, en la diócesis sólo se celebraron tres sínodos, como ya hemos indicado anteriormente. La importancia de estos radica, además de su efectividad pastoral, en que siempre les precede un estudio en profundidad de la situación de la diócesis, que después queda plasmado en los decretos sinodales. De esta manera, los sínodos son fuentes de primer orden para el conocimiento de la época, si tenemos en cuenta que en este momento el ámbito del poder eclesiástico no se reducía sólo a lo meramente religioso y eclesial. Los años que abarcan los sínodos, constituyen un tiempo en el que la fe cristiana lo vertebra todo. Se piensa que todo poder humano viene directamente de Dios y, aunque el poder político y eclesial viven momentos concretos de tensión, básicamente había un entendimiento común entre la Iglesia y el poder político. Esto se notaba especialmente en que no quedaban muy delimitadas las distintas parcelas de poder, y los sínodos legislaban en cosas que hoy nos resulta extraño. Esta situación histórica potencia el valor de los sínodos como fuente religiosa y a la vez, política, económica y social del pueblo, de una forma cercana, concreta y directa.

La fundación del Seminario Diocesano (1742)

Desde la celebración del último sínodo diocesano, uno de los acontecimientos más importantes que suceden en la historia de la diócesis, es la fundación del seminario diocesano. La razón de la importancia de este hecho, es la repercusión que va a tener la formación de los futuros sacerdotes en la vida de la diócesis hasta la época moderna. Ya he indicado el alcance que lo religioso y eclesial tiene en la sociedad hasta prácticamente la época contemporánea. El clérigo, y más el sacerdote de parroquia, es el nexo de unión entre el pueblo y lo religioso y eclesial. El seminario, a pesar de las fluctuaciones de su sistema formativo, va a conseguir unir en la persona de los sacerdotes una suficiente cultura, junto a una calidad y uniformidad en su formación integral, que tendrá sus repercusiones positivas en el ejercicio de su ministerio, que como he indicado, no se reduce únicamente a lo estrictamente religioso. Es evidente que la formación en el seminario dependía directamente del obispo, y éste se garantizaba una estrecha relación de los futuros sacerdotes con él. Las dificultades que muchos obispos tuvieron en la fundación de los seminarios, tienen que ver también con este dato, además de otras causas bien estudiadas, como fueron las económicas.

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El concilio de Trento manda la fundación de seminarios para clérigos , pero el cumplimiento de esta norma se alargará en muchas diócesis. La primera vez que se habla oficialmente en la diócesis de Orihuela sobre la fundación de un seminario es en el primer sínodo diocesano. En el capítulo 59 se dice textualmente:

Establecemos, decidimos y declaramos que, aprobado el sínodo, se ha de erigir y abrir en esta ciudad, seminario de clérigos, según decreto del sínodo ecuménico tridentino {...} Que la disposición divina del concilio se lleve cuanto antes a fin y término, será cuidado por nos celosamente.

Ya no se habla de este asunto en los dos sínodos restantes. Su fundación se realizará dos siglos más tarde, por obra de D. Juan Elías Gómez de Terán, obispo madrileño, que ejerce su pontificado en Orihuela desde 1738 hasta 1758. Fue uno de los obispos más importantes del episcopado diocesano por varios motivos: además de la fundación del Seminario, erigió las casas de Misericordia de Orihuela y de Alicante, y proyectó una nueva catedral, más grande y suntuosa, cuyos planos se conservan en el archivo de la catedral en buen estado.

sinodo_7El obispo Gómez de Terán ha pasado a la historia de la Diócesis, sobre todo por la fundación del seminario en el año 1742. Primero creó, en el cerro de San Miguel, el seminario para sacerdotes operarios. Esto fue en el año 1740, y dos años más tarde, junto a él, fundó el seminario para jóvenes de carrera eclesiástica, dirigido por dichos sacerdotes operarios. Ambos seminarios se unificaron en el año 1744 por bula de Benedicto XIV de 1743 y la provisión de Felipe V del mismo año. La nueva institución pasó a llamarse “Seminario Conciliar de la Purísima Concepción y Príncipe San Miguel”. D. Juan Elías Gómez de Terán publicó una carta pastoral donde da a conocer la nueva fundación y le da unas constituciones largas, ricas en contenido, que fueron modélicas en su momento y ejemplo para otros seminarios de España, cuyo título era el siguiente: “Descripción, Constituciones y Ordenanzas para el régimen y gobierno del Colegio de dos Seminarios, fundados en la Ciudad de Orihuela por el Ilmo. Sr. D. Juan Elías Gómez de Terán, del Consejo de S. M. y Obispo de dicha Ciudad y Obispado {…}” . La importancia de dicha obra radica en ser un avance pedagógico en la época, pues proponía una formación distinta en la que se tenía en cuenta una buena educación intelectual, humana, religiosa, pastoral y en los valores comunitarios. Desde este momento, su fundador ordena que nadie se debía ordenar en la diócesis sin haber estado antes durante un mínimo de seis meses en el seminario.

Desde el punto de vista artístico, el edificio es austero y funcional, pero su portada doble barroca es de gran belleza. Posee diversos símbolos en alto relieve, ideados por su fundador: destaca sobre todo el “Corazón de Jesús”, debajo de él se encuentran las estatuas de los titulares del seminario, la Purísima Concepción y San Miguel luchando contra el dragón. Más abajo se encuentran atributos heráldicos y el escudo de armas del obispo. La capilla es también de estilo barroco.

Una de las riquezas más importantes del Seminario es su biblioteca de fondo antiguo, situada en los sótanos del edificio. El lugar es abovedado, alternando la piedra y el ladrillo macizo. La forman más de seis mil volúmenes que pertenecen a los siglos XV al XIX, con ejemplares muy valiosos y únicos. Es evidente que D. Juan Elías Gómez de Terán concedió a la institución, junto a las constituciones y unas buenas rentas, una excelente biblioteca, pero el creador de la rica biblioteca actual fue el obispo D. José Tormo, obispo de Orihuela desde el año 1767 al 1790. Este fue un obispo ilustrado, considerado como el más atrayente de la diócesis en la época moderna. Su pontificado se desarrolla casi todo él en la época de Carlos III, el monarca que renovó e impulsó la formación intelectual en los seminarios españoles, ya que deseaba elevar el nivel cultural de los clérigos. La rica biblioteca recoge una gran variedad de materias, sobre todo de teología, derecho canónico y filosofía, que actualmente están catalogadas y al servicio de investigadores.

Los “Ejercicios espirituales” de Félix Herrero Valverde

Ya en el siglo XIX, destaca especialmente la persona y la obra del obispo D. Félix Herrero Valverde, cuyo episcopado se extiende durante gran parte de este siglo: desde 1824 hasta 1858. Fue un prelado muy activo, comprometido fuertemente con los acontecimientos sociales y políticos del momento, e implicado firmemente en la defensa de los derechos de la Iglesia . Esta actitud le llevó a vivir con dramatismo en su propia persona la crisis que la Iglesia española sufrió en los difíciles y complejos cambios a la modernidad. En el año 1820, el obispo Herrero es canónigo doctoral y es elegido gobernador del obispado, debido al extrañamiento del obispo de la diócesis D. Simón López, expatriado del reino por su enfrentamiento al gobierno liberal. La diócesis pasa un momento de división eclesial, por la contestación que un grupo del cabildo, de tendencia liberal, hace a esta elección. En el año 1824, tras el trienio liberal, es elegido obispo de Orihuela. En el año 1833 comienza la rebelión carlista contra Isabel II y D. Félix Herrero toma partido abiertamente por el carlismo. Comienza su enfrentamiento con el gobierno liberal y en el año 1835 es expulsado del reino. Volvió a su diócesis desde Italia, donde se encontraba, en el año 1847, tras jurar obediencia a la Reina Isabel II y sometimiento a la constitución española. Todos estos hechos se vivieron con gran tensión en la Diócesis, hasta tal punto que algunos historiadores han hablado de cisma, cosa en la que no estamos de acuerdo por varias razones que no es el lugar apropiado para exponer.

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Fue un obispo que sobresalió por su labor organizativa y edificadora, por el fomento de la formación religiosa, su compromiso social y el trabajo por la actividad educativa. Podemos subrayar, sin embargo, dos hechos históricos protagonizados por el obispo Herrero Valverde, que nos indican la importancia de este prelado y que confirman las cualidades que acabamos de exponer de él: le edición de sus Ejercicios Espirituales y su trabajo al frente de la reconstrucción de los pueblos destrozados por los terremotos de 1829.

Ante la crisis general que vive España, D. Félix Herrero es consciente de su repercusión en la fe del pueblo, de la que él es responsable. Para afrontar esta crisis escribe una carta pastoral en forma de Ejercicios Espirituales. Su título es el siguiente: Carta pastoral del ilustrísimo señor don Félix Herrero Valverde, obispo de Orihuela…dispuesta en forma de ejercicios espirituales para cuarenta días de la cuaresma con el fin de facilitar la instrucción en la doctrina y máximas cristianas a sus diocesanos. Particularmente a los labradores, artesanos, jornaleros y otras personas de ocupación corporal diaria . Estos ejercicios tuvieron una repercusión tan grande en la diócesis, que se ha ido utilizando en las parroquias y en las casas particulares de forma genérica, prácticamente hasta antes de la última guerra civil. Fue publicada por San Antonio María Claret y Clará en su Librería Religiosa, y de esta manera la dio a conocer nacionalmente e internacionalmente.

Otro acontecimiento que mostró la categoría personal de este prelado, fue su implicación en la reconstrucción de los pueblos destrozados por los terremotos de 1829. La actividad social del obispo Valverde ya se había puesto de manifiesto, entre otras cosas, con la fundación del monasterio de las religiosas de San Francisco de Sales en el año 1825, dedicado a la instrucción y formación de niñas , y la creación de un establecimiento benéfico a favor de los pobres y de los que no tenían trabajo. En una carta enviada al cabildo les indica lo siguiente: Tenemos manifestado el plan que nos proponemos dirigido a hacer nuestra parte lo posible para evitar la ociosidad, y proporcionar trabajo y subsistencia a tantos mendigos y necesitados que la buscan mendigando de puerta en puerta, nos ha parecido conducente dirigirnos a CV.S.Y. como corporación por si les es posible, bien sea como tal, o bien en particular contribuir a este laudable proyecto . En los terremotos de 1829, el obispo se encargó directamente del traslado de enfermos, se personó en los lugares siniestrados, contribuyó con su economía personal en la ayuda los afectados y se le puso al frente de la reconstrucción de los pueblos destruidos. Por su importancia, se va a exponer la relación que hace el mismo obispo al Rey de su actuación ante el siniestro de los terremotos:

Conocí también que nadie tenía la obligación que yo de socorrerlos y consolarlos. El lunes 23, acompañado de dos eclesiásticos, mis familiares, me puse en camino y me dirigí primero a Almoradí {...} Pregunté si había y dónde estaban los heridos {...} No había cirujano, ni botica, ni aún tampoco con qué curar los heridos. Los hice buscar y llevarlos a determinado sitio, y pudieron reunirse hasta 31, fracturadas las piernas y brazos, y algunos en peor estado. Oficié a las autoridades de esta ciudad y otros pueblos, haciéndoles responsables ante Dios y V.M. para que me enviasen hombres, pan y otros víveres, y lo ejecutaron inmediatamente {...} a todos pagué su jornal. Dejé encargado remitiesen los demás que hubiese con igual cuidado a mi costa. También una nómina de todos los niños huérfanos por efecto de esta catástrofe. Advertí así mismo no faltase lo preciso a los necesitados, acudiendo a mí por todo.

Su labor en esta responsabilidad, junto al ingeniero urbanístico Agustín de Larramendi, fue extraordinaria, y aún hoy se pueden ver los efectos de este buen trabajo urbanístico en pueblos como Torrevieja, Guardamar, Almoradí y Benejúzar.

La creación del Boletín Oficial del Obispado (1882)

Un hecho que se debe mencionar en la historia de nuestra diócesis es la creación del Boletín Oficial del Obispado, fuente de información primordial para su conocimiento histórico. Su publicación se inició por iniciativa del obispo D. Victoriano Guisasola Rodríguez, a los pocos días de su entrada en Orihuela, en el año 1882. Fue su obispo desde 1882 hasta 1886, año en que se le destina para arzobispo de Santiago de Compostela.

La actividad social del obispo D. Juan Maura y Gelabert

sinodo_9El estudio de las iniciativas de orden social que se han realizado en la provincia, nos dará siempre el nombre de D. Juan Antonio Maura y Gelabert, obispo de Orihuela entre los años 1886-1910, como uno de los personajes más destacados. Su nombre está unido a la Sociedad de Socorros y Sufragios Mutuos de la Diócesis, fundada en el año 1897, y a la Caja de Ahorros y Socorros y Monte de Piedad de Nuestra Señora de Monserrate, fundada en Orihuela por los padres jesuitas Bartolomé Arbona y Juan Bautista Juan en el año 1906. Esta importante institución benéfica nació como alternativa a la usura financiera, y desde su comienzo emprendió destacadas instituciones de caridad, a las que dedicaba el cincuenta por ciento de sus beneficios.

La organización de la diócesis, tras la guerra civil española

Durante la guerra civil española (1936-1939) la diócesis de Orihuela vive momentos amargos, al igual que todas las diócesis españolas. Son asesinados cincuenta y cuatro sacerdotes. Este dato por sí mismo nos indica la tragedia que vivió la Iglesia diocesana. Cuando se inicie la organización diocesana después de la guerra, uno de los problemas más importantes va a ser la falta de clero para atender la diócesis en general. El encargado de reorganizar la diócesis después de la guerra civil, fue fundamentalmente D. José García Goldáraz, obispo de Orihuela durante los años 1945-1953. Objetivo fundamental de tu trabajo pastoral fue recuperar el seminario, pues comprendió que la reorganización de la Iglesia diocesana, necesitaba de la abundancia de vocaciones: reformó el edificio y promocionó las vocaciones sacerdotales.

A partir de los años cincuenta, en la diócesis podemos destacar entre otros muchos hechos los siguientes: la nueva denominación de la diócesis, que pasa a llamarse de Orihuela-Alicante, el sínodo de 1967 y la aplicación de las reformas del concilio Vaticano II. El prelado que los llevó a cabo fue D. Pablo Barrachina y Esteban, obispo de Orihuela y después de Orihuela-Alicante durante los años 1954-1989. La nueva denominación de la diócesis se produce por bula del papa Juan XXIII, el día nueve de marzo de 1959, y la Santa Iglesia Colegial de San Nicolás de Alicante, es transformada en concatedral. Este acontecimiento diocesano produjo que la curia y el obispo diocesano se establecieran definitivamente en Alicante en enero de 1968, y al año siguiente se trasladara también a dicha ciudad parte del seminario mayor.

Actualmente, la diócesis sigue viva, llena de acontecimientos y proyectos, en la difícil tarea de responder desde el Evangelio de Jesucristo a las personas de un mundo en profundo cambio, en sintonía con el espíritu renovador del Concilio Vaticano II.

José Antonio Martínez García