Llevamos un inicio de milenio, desde el año 2000, en que los sobresaltos y noticias negativas de peso se acumulan y suceden: caída de las Torres Gemelas, crisis económica de 2007, Guerra de Siria, Covid-19, Volcán de Canarias, Guerra de Ucrania y, ya en 2023, los terremotos de Turquía y Siria. Más allá de la preocupación que nos generan para nuestro bienestar y seguridad personal, todos estos acontecimientos han producido víctimas que la caridad, el amor cristiano (simbolizado en la “limosna”) nos impulsa a mirar y cuidar con una actitud evangélica. Nos lo dice en papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma 2023:

• “Solo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por tanto, verdaderamente integrados en la sociedad” (FT, 187). 
• “Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia… En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: ‘No temas, que te he redimido’ (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo”.

Cuando a final de enero proponíamos orientar nuestra limosna a Siria por la situación tremenda de 12 años de guerra y destrucción y, además, la situación lamentable de las comunidades cristianas de Siria perseguidas y diezmadas, no podíamos imaginar que una semana después iban a producirse los terribles terremotos que todos conocemos, que todavía hacen más necesaria la ayuda porque Turquía está recibiendo la mayoría de las ayudas, pero Siria, por la situación de bloqueo a causa de la guerra interna, apenas está recibiendo ayudas. La mano, sobre un fondo negro, que aparece en el cartel y en el tríptico de la campaña, nos evoca la demanda de ayuda, sea desde la angustia económica o desde la angustia vital del que estaba atrapado entre los escombros.

La clave de la campaña es educar y practicar una “limosna penitencial” organizada comunitariamente como un gesto de generosidad y de conversión que nace del encuentro con el Señor en la oración, y nos conduce a un nuevo encuentro con el Señor en el hermano que nos necesita.