Acabamos de celebrar estos días la fiesta de San Juan Bautista, su natividad, y todo nos indica que nos adentramos en el verano, una estación que en tierras alicantinas es bastante especial.

¿Por qué digo que es especial? Pues, porque mientras en amplias zonas geográficas las poblaciones se vacían, aquí muchas de nuestras tierras se llenan hasta los topes; y mientras, con el vaciamiento poblacional, esas zonas se detienen entre calores o brumas, nuestros cielos, mares y tierras se ven estremecidos por el estruendo de fiestas y celebraciones.

En un marco aun así configurado, creo que para quienes lleváis la huella de un curso concluido y vivido intensamente, y para quienes tenéis, en esta época, un cambio en el ritmo de vida ordinario, que os permita ciertos paréntesis de sosiego, es aconsejable el descanso para retomar la tarea, con fuerzas e ideas renovadas. Un descanso y una desconexión del ritmo de la vida ordinaria que creo que puede ser más positivo en la medida que conlleve llenar esa variación de acciones gratificantes y, a la vez, enriquecedoras, como pueden ser: disfrutar de la naturaleza, del arte, de la familia, de las amistades, de las fiestas, de la buena literatura, la música o el deporte. Y, por supuesto, disfrutar de Dios.

Creo que en nuestros pueblos y barriadas, las fiestas, nos ayudan a desconectar de rutinas y preocupaciones, nos sumergen en una intensificación de las relaciones con gente muy conocida, o incluso desconocida; viendo a los demás en un marco de convivencia nuevo y retomando nuestra relación con nuestras raíces, marcadamente cristianas, y con lo propio del colectivo en el que hemos nacido, o crecido, y al que debemos, al menos, parte de nuestra identidad originaria. Nuestras fiestas expresan mucho del ser de nuestro pueblo y es hermoso sentirse pueblo, como nos anima Papa Francisco (EG n.268 y ss.).

Tratemos, por otra parte, de vivir el descanso y la “desconexión”, sin caer en una dinámica aislacionista. Más bien pensemos que el verano, frente a un sistema de vida muy dominado por las ocupaciones y las prisas, nos puede ofrecer un suplemento de tiempo para cumplir debidamente con personas a las que nos debemos de una forma especial. Así es importante dedicar más tiempo a la familia, a las amistades, al voluntariado de nuestra comunidad parroquial (que también es familia), a personas que puedan necesitar nuestra cercanía; gastar tiempo para oír, escuchar, acompañar, con tranquilidad, sin prisas, es muy aconsejable. Importa, pues, disfrutar de las relaciones, para vivirlas como señala Papa Francisco, “en contra de la tendencia al individualismo consumista que termina aislándonos en la búsqueda del bienestar al margen de los demás” (GE n.146).

También es una enorme suerte si el plus de tiempo de este verano, fuera de rutinas y obligaciones estresantes, nos sirve para pararnos y tener más tiempo sosegado para escuchar al Señor, para “sentirlo”, para estar conscientemente con Él. Esto es, sin duda, los más gratificante y renovador hacia uno mismo y hacia los demás que podemos vivir. Papa Francisco en su última Exhortación Apostólica, que os recomiendo vivamente leer o releer en esta época estival, nos dice: “El santo es una persona con espíritu orante, que necesita comunicarse con Dios… no soporta asfixiarse en la inmanencia cerrada de este mundo… suspira por Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del Señor” (GE ,147).

Que este verano que comienza nos sirva para todas las cosas buenas que Dios nos ofrece en el interior del regalo del tiempo que nos hace, como posibilidades para crecer, centrarnos, ser felices. Disfrutar, con riqueza interior, es la palabra.

No olvidemos, en medio de todas estas consideraciones, a tanta gente que, mientras bastantes planean descansos, ellos tiene que estar trabajando, a veces en condiciones nada ideales. Seamos conscientes del sacrificio y de la labor de muchos que mantienen activos los servicios públicos, así como la vida económica de una tierra como la nuestra que acoge a tantos y tan diversos visitantes. A todos, en las diversas circunstancias que os encontréis, os deseo un buen verano y pido a Dios que sea para vuestro bien.

A vuestra manera, sed felices. El Señor os bendiga.

 

 Jesús Murgui Soriano.

Obispo de Orihuela-Alicante.