Entre los más de 1.000 sacerdotes enviados por el papa Francisco como Misioneros de la Misericordia el pasado Miércoles de Ceniza en El Vaticano, se encuentran dos de la Diócesis de Orihuela-Alicante: Daniel Riquelme y Domingo García. Ambos reciben con gran responsabilidad y especial entrega y emoción este valioso encargo del Santo Padre en el marco del Año Jubilar de la Misericordia que está celebrando la Iglesia Católica.

Domingo García Guillén tiene 39 años y es párroco en Alicante y director del Secretariado Diocesano de Pastoral Universitaria, profesor en el Seminario Diocesano, en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Pablo” (Alicante) y en el Pontificio Instituto Juan Pablo II (Valencia). Según sus propias palabras cuando recibió la primera comunicación por parte de Roma se quedó perplejo. “No lo esperaba en absoluto. Pensé que se habían equivocado, o que acabarían por elegir a otros, que son mucho más dignos y capaces que yo de este ministerio” afirma añadiendo “Ser misionero de la misericordia significa asumir en primera persona la prioridad pastoral del papa Francisco. Alegría y responsabilidad”.

Por su parte, Daniel Riquelme Amorós, de 37 años, es vicario de la parroquia San Esteban Protomártir de Alicante, director del Secretariado de Infancia y Juventud de esta Diócesis y profesor del Seminario Diocesano y del Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Pablo” (Alicante). “Ser Misionero de la Misericordia es para mí un gran regalo de Dios. Un don que a la vez se convierte en una tarea. Es una nueva dimensión del ministerio que me lleva a ahondar más en el encargo que el Señor me ha hecho de anunciar su palabra y celebrar los sacramentos, especialmente en este jubileo, el de la reconciliación”. Así explica Daniel este nombramiento que a su vez le parece “una iniciativa apasionante del papa Francisco”.

FUNCIONES DEL MISIONERO DE LA MISERICORDIA

El 11 de abril de 2015 firmaba el papa Francisco la bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, “Misericordiae Vultus”, en la que hacía público que: «Durante la Cuaresma de este Año Santo tengo la intención de enviar los Misioneros de la Misericordia. Serán un signo de la solicitud materna de la Iglesia por el Pueblo de Dios, para que entre en profundidad en la riqueza de este misterio tan fundamental para la fe. Serán sacerdotes a los cuales daré la autoridad de perdonar también los pecados que están reservados a la Sede Apostólica, para que se haga evidente la amplitud de su mandato. Serán, sobre todo, signo vivo de cómo el Padre acoge a cuantos están en busca de su perdón. Serán misioneros de la misericordia porque serán los artífices ante todos de un encuentro cargado de humanidad, fuente de liberación, rico de responsabilidad, para superar los obstáculos y retomar la vida nueva del Bautismo».